Me gusta llegar a un cuarto que no tenga nada mío, ni un cuadro, ni una sábana, mis huellas, ni mi olor. Me gusta saber que nada ahí es mío.
Todo es apenas el rato que duermo en lo provisorio. En la madrugada oigo pasos al otro lado de la puerta, el piso de madera retiembla y afuera en el lavamanos una boca anónima escupe.
Me gusta de ese cuarto de hotel el poco nombre que tiene, los todos nombres que tiene.
Reclino la cabeza en donde tantos la han reposado, y pensaron y sintieron la nada que hay de ellos en todo.
Javier estuvo con su compañera Orlanda en el último Festival de Poesía de la Ciudad de Buenos Aires. Un gusto coordinar su mesa y tenerlos, después en mi mesa familiar. Una voz precisa que anda por la poesía como que nada entre las palabras. Un gusto haberlos conocido.
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