Y yo, que lo seguí al río,
pensando que era un buen hombre
pero jugaba conmigo.
Fue tarde en la noche oscura,
temprano en mi cuerpo altivo,
las estrellitas del cielo
alumbraban el camino.
En las últimas esquinas
sus manos me hicieron nido,
caracoles de colores
sus palabras en mi oído,
ritmo ligero su paso
tamboriles de delirio.
Pasadas las zarzamoras
los juncos y los espinos
improvisó entre la hierba
un lecho de amor divino.
Él se quitó la corbata,
se me cayó el vestido,
la punta de su revólver
abrió mis cuatro corpiños.
Hombre de hierro moreno
fue mi mantón contra el frío.
No quiero decir a nadie
las cosas que él me dijo.
Sus labios de miel oscura
mentían gitanos dichos,
sus ojos decían a oscuras,
lo que nadie me había dicho.
Me enamoré como sólo
se enamora el que está vivo,
y al llegar la luz del alba
retornó mi buen sentido.
Huí de las frases bellas
inventándome un marido.
¡Qué parecía un buen hombre
pero jugaba conmigo!
En cinco ciudades del mundo se recuerda hoy a Federico García Lorca, el poeta que volvió a la poesía paloma. Mi admiración hacia él nace no sólo de sus versos sino de su amor incondicional por la vida que si vive apasionadamente. Este poema es sólo un juego que cree para el espectáculo que hicimos el año pasado en el Paseo La Plaza con Poly Balestrini. Ella trayendo la voz del poeta. Yo contestando, humildemente, con mis versos. Me animé porque el fantasma de Federico me decía desde el Café las Chinitas que la poesía es algo vivo, que tiene que salir de las salas y animarse a la juerga. Me animé como desde hace seis años me animo a las Sevillanas, a los tacones, al roce de la falda, al viento del abanico. Me animé porque la poesía es para mí un gran amor, que juega conmigo, y que no me deja nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario