viernes, 24 de diciembre de 2010

A la huella, a la huella. El villancico más hermoso

A la huella, a la huella
José y María,
por las pampas heladas
cardos y ortigas.
A la huella, a la huella
cortando campo,
no hay cobijo ni fondo
sigan andando.
Florecita del campo,
clavel del aire,
si ninguno te aloja
¿dónde naces?
¿Dónde naces, florecita,
que estás creciendo,
palomita asustada,
grillo sin sueño?
A la huella, a la huella
los peregrinos,
préstenme una tapera
para mi Niño.
A la huella, a la huella
soles y lunas,
los ojitos de almendra,
piel de aceituna.
¡Ay burrito del campo!
¡Ay buey barcino!
¡Que mi Niño ya viene,
háganle sitio!
Un ranchito de quincha,
sólo me ampara,
dos alientos amigos
la luna clara.
A la huella, a la huella
José y María
con un Dios escondido,
nadie sabía.



Mi villancico preferido. En él Jesús se vuelve nuestro, y su odisea es la de cada niño desamparado. "Había un Dios escondido, nadie sabía" Ojalá todos sepamos, cuando nos llegue la hora de alojar al necesitado, que en cada uno de nosotros existe un dios escondido o, si quieren pensarlo de otra manera, un hombre que merece su diginidad.
Felices fiestas! 

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