Cuando las tres chicas se acercan, el padre cierra el abanico de sus sentimientos, de golpe. Tiene miedo el padre chino de que el calor de sus hijas desplanche las rayitas de su alma, plisadas con suma paciencia por sus antepasados.
El miedo le hace pitar de una boquilla elongada hasta el límite. Chupa del pico el hombre, y de su boca evaporada por el humo se desprenden pensamientos finitos como el perfil de un pez raya.
Es el opio de los pueblos con que carga su boquilla el que lo hace descifrar sus pensamientos en voz alta. "Esas tintoreras –dice de sus hijas— calientan la pava y después yo salgo hecho una planicie. Qué saben ellas, tan chiquitas, del trabajo que costó a mis antepasados imitar el oscuro abanico de las olas, escama por escama, durante milenios, hasta hacer de mi alma este biombo musical que sólo los hombres chinos saben desplegar con dignidad."
Al escucharlo, la más china de las tres chicas desenrolla el caracol de su rodete en señal de rebelión. Cae ondulado el bandoneón de su pelo, y el padre recuerda el golpe, seco, de una sombrilla al cerrarse.
El miedo le hace pitar de una boquilla elongada hasta el límite. Chupa del pico el hombre, y de su boca evaporada por el humo se desprenden pensamientos finitos como el perfil de un pez raya.
Es el opio de los pueblos con que carga su boquilla el que lo hace descifrar sus pensamientos en voz alta. "Esas tintoreras –dice de sus hijas— calientan la pava y después yo salgo hecho una planicie. Qué saben ellas, tan chiquitas, del trabajo que costó a mis antepasados imitar el oscuro abanico de las olas, escama por escama, durante milenios, hasta hacer de mi alma este biombo musical que sólo los hombres chinos saben desplegar con dignidad."
Al escucharlo, la más china de las tres chicas desenrolla el caracol de su rodete en señal de rebelión. Cae ondulado el bandoneón de su pelo, y el padre recuerda el golpe, seco, de una sombrilla al cerrarse.
Los poemas de María del Carmen son, como ella misma, un espacio lleno de talento. Haberla conocido y tenerla como maestra es una de las cosas más maravillosas que me pasó en la vida. Como profesora tiene el equilibrio exacto entre el amor por la palabra bien lograda y el respeto por la voz ajena. Cuando María del Carmen te dice: eso no, hay que escucharla, porque como dice en hechos este hermoso poema, sabe lo que hace.
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